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Yoko Komatsubara
Se cree que en Japón hay más de 600 academias de baile donde se puede estudiar flamenco en la actualidad, así que es innegable que Japón sea el centro neurálgico del flamenco en Asia.
Se cree que en Japón hay más de 600 academias de baile donde se puede estudiar flamenco en la actualidad, así que es innegable que Japón sea el centro neurálgico del flamenco en Asia.
¿Pero sabemos por qué los japoneses sienten tanta devoción por la cultura flamenca?
La cultura japonesa siempre ha adoptado un comportamiento más restrictivo con las emociones, por lo que los japoneses, que siempre han tenido que reprimir su forma de actuar para no mostrarse vulnerables, emocionados o frágiles han encontrado en la expresión flamenca una vía en la que dar rienda suelta a todos estos sentimientos tan importantes. Pueden ser ellos mismos sin necesidad de fingir, pueden expresarse libremente en un escenario.
Desde hace más de 50 años han sido muchos los japoneses interesados en nuestro baile flamenco, formándose con una gran técnica en academias de baile, y así llevar el flamenco más allá de nuestras fronteras dónde enseñarían a otros jóvenes a formarse.
Esta es la historia vivida por dos grandes exponentes de flamenco nipones, Yoko Komatsubara y Shoji Kojima.
Yoko Komatsubara
La historia de Yoko Komatsubara comienza con una actuación de Pilar López en Tokio, a la que asistió en el año 1960. Una vez presenciado este espectáculo no pudo escapar de las redes del flamenco.
Komatsubara nació en el año 1931 a las orillas del río Sumida, una de las zonas más populares de Tokio, y creció tocando el shamisen, un instrumento de cuerda muy parecido a la guitarra que las geishas saben tocar sin partitura alguna y que otras bailan con abanicos, movimientos con los brazos y cantos.
Aprendió de la mano de maestros flamencos como Matilde Coral y Pedro Azorín para más tarde regresar a Tokio, dónde en su actuación debut triunfó indudablemente. Incansablemente entró en la compañía de Rafael de Cordova en 1967 y formó parte de una gira que recorrió el mundo entero donde aprendió a hablar nuestro idioma.
Volvió a Tokio y fundó su propia academia de baile, en la que lleva desde el año 1969 enseñando a jóvenes que han convertido el flamenco en su forma de vida.
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