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La zambra: el ritual granadino que conquistó el flamenco
Un viaje a los orígenes moriscos del flamenco a través de uno de sus estilos más sensuales y ancestrales
La zambra es uno de los estilos más antiguos, evocadores y singulares del flamenco. Nacida en el corazón del Sacromonte granadino, en las cuevas donde la comunidad gitana y la herencia morisca convivían, este palo conserva una esencia ritual que la hace única: íntima, ancestral, profundamente ligada a la celebración y al cuerpo.
Con su mezcla de historia, ritmo y sensualidad, la zambra se ha convertido en un tesoro cultural que sigue fascinando al público en todo el mundo. Su presencia en la historia del flamenco demuestra la riqueza de un arte que nació del mestizaje y que sigue vivo gracias a tradiciones como esta.
Un origen entre culturas: la Granada morisca
La palabra “zambra” procede del árabe zamra, que significa “música” o “fiesta”, y ya nos habla de su carácter celebratorio.
La zambra surgió durante los siglos XV y XVI en las bodas moriscas, donde la música, la danza y el rito formaban un todo inseparable. Tras la expulsión de los moriscos, muchas de estas tradiciones fueron preservadas en el barrio del Sacromonte, donde la comunidad gitana las mantuvo vivas y las integró en su propia expresión artística.
Con el paso de los años, aquella danza ritual evolucionó, adoptó elementos del flamenco y dio lugar a una de las manifestaciones más bellas del folclore granadino.
¿Cómo es la zambra? Sensualidad, tierra y movimiento
La zambra es reconocible por una serie de elementos muy característicos:
Ritmo cadencioso y envolvente
Aunque cercana a los tientos-tangos y a los cantes de Granada, la zambra sigue su propio pulso, suave y ondulante.
Baile descalzo
Una de sus señas de identidad. El contacto directo con el suelo simboliza conexión con la tierra y libertad corporal.
Movimientos circulares y sensuales
La zambra exalta el gesto, las caderas y el braceo serpentiforme, herencia directa de la danza morisca.
Vestimenta tradicional
El atuendo suele incluir faldas vaporosas que permiten movimientos amplios y sugerentes, a menudo acompañadas por velos.
Cante íntimo y emocional
A diferencia de otros palos más duros, la zambra es expresiva, cálida y cercana.
De las cuevas del Sacromonte al mundo entero
La zambra comenzó a popularizarse a finales del siglo XIX, cuando viajeros románticos, pintores y escritores acudían al Sacromonte para presenciar estas danzas. Durante el siglo XX, su presencia se consolidó en los espectáculos flamencos, llevándola a escenarios nacionales e internacionales.
Artistas como La Niña de los Peines, Carmen Amaya, Mario Maya o Manolete contribuyeron decisivamente a su expansión, incorporando elementos de zambra a sus espectáculos y elevando este estilo a un nuevo nivel artístico.
Madrid y su vínculo con la zambra
Aunque la zambra nace en Granada, su influencia ha llegado a todas las grandes capitales del flamenco, incluida Madrid, donde históricamente se han representado versiones estilizadas y escénicas del género en tablaos, teatros y compañías.
Madrid, como uno de los centros culturales más importantes del flamenco, ha acogido a bailaores y cantaores granadinos que han llevado consigo este legado mediterráneo. En los escenarios más importantes de la ciudad, la zambra ha sido reinterpretada con un lenguaje más contemporáneo, sin perder su raíz emocional y ritual.
Un recordatorio de la diversidad del flamenco
La zambra es un testimonio vivo del mestizaje cultural que dio origen al flamenco. Representa la sensualidad de Oriente, la profundidad gitana y la riqueza histórica de Granada, fusionadas en un estilo que sigue inspirando a artistas y emocionando al público.
En Teatro Flamenco Madrid, celebramos la variedad y profundidad del flamenco, y la zambra es una muestra perfecta de cómo cada palo cuenta una historia distinta. Descubrirla es acercarse a los orígenes mismos del arte jondo.
