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Origen del mantón de flamenca
El complemento femenino más representativo de España
Historia e introducción en España
Conocido por todo el mundo, el mantón de Manila tal y como lo conocemos hoy en día es una prenda de adorno femenino vinculada mayormente a la artesanía española. El nombre de esta prenda se refiere a la ciudad de procedencia: la ciudad de Manila, la capital de la antigua colonia española de Filipinas.
Este producto se introdujo en España por el comercio que se mantuvo con América durante la etapa colonial. Durante este tráfico constante, entraban y salían junto a otros lujosos enseres, tejidos y prendas chinas durante el siglo XVI. Los mantones fueron importados a finales del siglo XVIII, y su uso se popularizó en el siglo XIX.
En cuanto a los bordados en seda, los primeros se realizaron sobre libros, tapices, estandartes y banderas. Posteriormente pasaron a aparecer en vestidos, colchas, cojines y otros productos de decoración doméstica. En el siglo XII se comenzaron a ver los primeros bordados sobre prendas similares al mantón, cuando las mujeres de clase alta comenzaron a utilizar estos chales.
Los bordados chinos se caracterizan por su finura, su delicado acabado y la bella combinación de color, lo que les hacía ser muy apreciados en la corte y la lata sociedad española y mexicana. A estas clases sociales, los bordados llegaban en vestidos, chales y pañoletas, los indudables precedentes del mantón.
El comercio anteriormente mencionado, entre Europa y América, abrió una nueva ruta a los mercaderes chinos, que encontraron en América el eslabón necesario para hacer llegar su mercancía hacia los mercados Europeos. A finales del siglo XVI, el tráfico mercantil oriental comenzó su flujo ascendente a través de Filipinas hacia Europa. La ciudad de Manila se convirtió en el centro receptor de las mercancías de los comerciantes chinos.
Las primeras noticias que se tuvieron del actualmente conocido Mantón de Manila datan del siglo XVII. Un viaje que tenía como origen China, desde donde se enviaron los tejidos y las formas características de sus bordados, fueron llevados hasta la ciudad de Manila, desde donde fueron enviados hacia tierra americanas. Esta fue la fase que precedió a la incorporación definitiva a las vestimentas de las españolas.
En América se fueron adaptando, primero, para los gustos de los mexicanos, donde evolucionaron y se enriquecieron hasta alcanzar las dimensiones y composición del actual mantón durante el siglo XVIII. Iniciaron su uso en la colonia, y en el siglo XIX, como accesorio de los trajes de las mujeres españolas. México fue el paso previo necesario para la configuración concreta y la determinación de las formas y la vistosidad de la prenda. La configuración definitiva se produjo en España. En el siglo XIX, los mantones de Manila comenzaron a aparecer en numerosos cuadros, ilustraciones y relatos literarios en España. Aquí lucieron todo su esplendor y se pueden ver las elaboraciones con estilos propios españoles.
Por lo tanto, la incorporación definitiva y el uso en la cultura española fue totalmente eficaz en el siglo XIX. Actualmente podemos seguir viendo esta incorporación. A pesar de que los mexicanos influyeron notablemente en cuanto a las formas y el colorido, su popularización se produjo en España. Indudablemente, en ambos comercios se complementaron y ambas culturas dejaron su seña en la composición de los mismos.
Diseño y fabricación
La fabricación del mantón de Manila se realizaba en seda cosida con hilos también de seda. Con una forma cuadrada y de gran tamaño, se componía de colores variados, siendo los básicos el negro y el marfil.
El diseño previo se realizaba sobre un papel y se perforaba, se pasaba a marcar con tizas las plantillas para poder dejar la marca en la tela, que posteriormente pasaba al bastidor para proceder a su bordado.
La técnica usada era el bordado a matiz, y dentro de esta, la de bordado plano, con puntos de matiz chino, pasado plano y cordoncillo. Para finalizar la pieza, se colocaban los flecos en los bordes, realizados con hilo de seda y macramé. Este flecado es una herencia de los árabes y constituye una de las labores textiles más complejas y vistosas.
Los mantones son, al final, una prenda clásica y que ha extendido su uso en el flamenco. Además de la combinación con el tradicional traje de flamenca, también se ha expandido su uso como complemento en ocasiones especiales como pueden ser bodas o eventos. Se trata de una pieza única que, sin duda, no pasará de moda. Y además, permite que se pueda llevar de diferentes maneras.
El mantoncillo es uno de los complementos básicos que las flamencas suelen utilizar. Su uso en el escenario le da mayor vistosidad al baile que realiza la bailaora. Además, el saber realizar el movimiento del mantón al ritmo de la guitarra y el cante puede convertirse en tarea complicada para algunas bailaoras. Como todo, también requiere una técnica y es necesario dominarla para poder llevarla a cabo con éxito.
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